Saturday, November 27, 2010

La violencia en el espacio de las fronteras sojeras




La violencia de la policía formoseña y terratenientes armados contra gente toba-qom de La Primavera la semana pasada es expresión de un proceso que va mucho más allá del caso de Formosa, y que forma parte de un frente generalizado de confrontaciones por el control del espacio que se está desarrollando en todo el norte argentino.

Y si bien este conflicto fue desencadenado por el plan del gobierno provincial de hacer una sede universitaria en tierras de la comunidad, la expansión sojera en esta zona de Formosa también ha afectado la dinámica de poder que enfrenta la gente toba-qom, sobre todo por la valorización de tierras que reclaman como propias y por la convergencia en la zona de actores que ven a las comunidades aborígenes como "obstáculos para el progreso".

Si bien ha habido cientos de casos de golpizas e incidentes violentos en Salta, Chaco, Santiago del Estero y Jujuy contra aborígenes y criollos por parte de policías o matones mandados por empresarios en disputas por el control del espacio, esta es la primera vez que dicha violencia termina en dos muertos y decenas de heridos, algunos de ellos en estado muy grave. Testigos en el blog de la comunidad de La Primavera han documentado una violencia generalizada contra hombres y mujeres de la comunidad, apaleados por la policía y la banda de terratenientes armados que andaba con ellos.

En otro post me referí a la importancia que las luchas por el espacio público han tenido en el pulso de la historia argentina en la última década. Pero (como bien observó Damián Fernández en un comentario en el blog) me centré sobre todo en luchas por espacios urbanos, y quedaba pendiente explorar el impacto político de disputas territoriales en zonas rurales. Creo que estas luchas en los espacios más marginados y silenciados del país también decidirán buena parte del futuro y del contenido del kirchnerismo.



Desde 2003, he estado haciendo trabajo de campo casi todos los años en la zona más caliente de la expansión sojera en el NOA, alrededor de Las Lajitas y Joaquín V. González en Salta, y también en otras zonas de Salta y de las zonas bajas de Jujuy donde la expansión de los agronegocios ha significado, además de la destrucción de decenas de miles de hectáreas de monte, el desalojo de miles de familias criollas e indígenas que han vivido en esas zonas durante generaciones.



Esto ha generado situaciones donde la lucha por el espacio se reduce a su más cruda corporalidad: la gente poniendo el cuerpo delante de topadoras que vienen a destruir sus ranchos y sembradíos, y sufriendo la violencia de policías y empleados armados que buscan sacarlos de ese lugar para desmontar y crear campos de soja. Aunque muchas de estas confrontaciones terminan en desalojos, en muchos otros casos han logrado ponerle límites a la expropiación y reordenamiento capitalista del espacio, sobre todo cuando estos cuerpos plantados en la defensa de espacios locales han estado articulados a movimientos sociales más amplios que pueden denunciar estos casos a los medios de comunicación y a través de internet.



Por mencionar algunos casos, que he seguido de cerca. En agosto de 2004, los miembros de la comunidad guaraní de Río Blanco Banda Sur (cerca de Orán) detuvieron con sus cuerpos el avance de topadoras del ingenio San Martín del Tabacal sobre su predio, si bien 16 personas fueron heridas por los guardias privados de la empresa y uno de ellos terminó internado.

En julio de 2008, varias familias criollas y guaraníes fueron desalojadas por parte de la policía de Jujuy y topadoras de empresarios sojeros al este de Vinalito, en una zona de Jujuy muy cercana al Chaco salteño. Pero la respuesta política a este desalojo hizo que unas semanas después más de 1.500 personas ocuparan pacíficamente el predio y obligaran a los sojeros a replegarse. Este avance multitudinario logró recuperar más de 1.200 has de tierras para las familias guaraníes y criollas que habían sido desalojadas y además llevó a que el gobierno entregara 4.100 has en propiedad a comunidades guaraníes en un lote contiguo.

En el paraje de Esquinero, cerca de Apolinario Saravia (en Salta, al norte de Las Lajitas), un puñado de familias wichí que vive en la más extrema miseria resiste desde hace años en una pequeña franja de monte que está prácticamente rodeada de plantaciones de soja.



Similares islas de monte con pequeñas comunidades wichí acosadas por el avance de las topadoras existen más al norte al este de Tartagal. En julio de 2006, como resultado de enfrentamientos con empresarios en defensa de sus tierras, José Galarza, dirigente wichí de 73 años de la comunidad de Pozo Nuevo, falleció luego de haber sido herido de gravedad por la policía con 40 perdigones (esta muerte, denunciada por Amnistía Internacional, no tuvo ninguna repercusión en los medios nacionales). No lejos de allí, en Tonono, el cacique de la comunidad señalaba en 2008, luego de que las mujeres y hombres de la comunidad pararan a ocho topadoras que avanzaban sobre tus tierras: "Pararemos con nuestra sangre indígena las topadoras en Tonono".

El hecho de que los cuerpos objeto de violencia sean en muchos casos cuerpos aborígenes tiene mucho que ver con lo desenfrenado del accionar policial-empresarial, lo que ha reavivado memorias de la violencia indiscriminada que hace sólo un siglo era la regla en esos mismos lugares. Y ello se entrelaza con un racismo endémico que ve a la protesta aborigen como expresión de un salvajismo que requiere de una violencia civilizadora y disciplinante.

Estos ejemplos son sólo un puñado dentro de lo que es un frente de confrontaciones generalizado que se da, como decía, en todas las zonas del norte donde los agronegocios están enmarcados en una agresiva expansión espacial.

Es en estas confrontaciones definidas por cuerpos lanzados a disputar el control del espacio que en estos años se ha estado definiendo la historia de buena parte del norte argentino. Y estas disputas están teniendo su impacto en centros urbanos, cual ondas expansivas que están generando importantes formas de solidaridad y militancia en lugares distantes.

En estos días, la violencia en La Primavera ha generado dentro del ala más militante del kirchnerismo y en muchos otros sectores un llamado a terminar con los núcleos de corte feudal que existen dentro del kirchnerismo en su expresión más tradicional, como el que representa Gildo Insfrán, que gobierna Formosa a su antojo desde 1995 y es responsable político de la violencia represiva en La Primavera (Insfrán es de Laguna Blanca, muy cerca de La Primavera, y esta es por ende una de sus zonas de mayor influencia directa). Y esto nos lleva a lo que es una de las grandes cuentas pendientes del kirchnerismo. Si bien la represión policial en Formosa no fue ordenada desde el gobierno nacional, la muerte generada por el aparato represor de Insfrán contradice la narrativa oficial sobre no reprimir la protesta social. Hasta ahora, el gobierno nacional es con su sugestivo silencio un cómplice directo de la violencia. Por ello es hora también de entrelazar la denuncia de lo que pasó en La Primavera con un reclamo colectivo de que se tomen medidas más enérgicas para detener la la violencia expropiadora que sufre gente criolla e indígena que defiende sus espacios locales en muchos otros lugares del país.

Pero es tan importante denunciar el silencio del gobierno nacional como el oportunismo e hipocresía de los grandes medios privados de comunicación, que de repente aparecen preocupados por la situación de los pueblos originarios en Formosa pero sólo porque se trata de "una provincia K". Clarín y La Nación han sido voceros militantes de la patria sojera y han sido abiertamente hostiles a los reclamos territoriales indígenas, sobre todo en el caso de La Nación, que ha sistemáticamente demonizado las demandas mapuche en la Patagonia como una suerte de invasión "chilena" con lazos con el "terrorismo internacional de la ETA y las FARC".

Las luchas por el espacio producidas por cuerpos dolientes en zonas rurales, en este sentido, no dejan de ser disputas mediáticas en las que participan actores basados en las grandes ciudades. Y es en este complejo entramado político-espacial, que une a lugares muy distantes entre sí, que se decidirá el futuro de las resistencias a la expansión territorial de los agronegocios así como el tipo de país que se quiere construir en base a la devastación social que ella genera.

Sunday, November 21, 2010

Una historia espacial del Kirchnerismo, 2001-2010



Un tema central de este blog es que la política se hace fundamentalmente en las calles, en la lucha por el control del espacio público. Y acá propongo una breve reseña de los últimos 10 años de la historia argentina en base a este principio de la política como proceso de confrontación definido por la multitud en el espacio.

El gobierno de Fernando de La Rúa nació y murió matando gente en las calles: en el puente Corrientes-Resistencia a poco de asumir en 1999 (donde la gendarmería mató a dos jóvenes) y en las calles de Buenos Aires del 19 y 20 de diciembre de 2001, donde la policía mató a 34 personas pero a pesar de ello no logró contener la presencia arrolladora de la multitud en el centro de la ciudad. Y fue esta presencia callejera, como sabemos, la que terminó con el gobierno de de la Rúa. Y esta era una presencia de cuerpos en las calles que venía ganando fuerza desde los alzamientos populares de Cutral Có y Tartagal en 1997 y el surgimiento del movimiento piquetero, que en su control de rutas y calles marcaron el mayor desafío político enfrentado hasta ese momento por el gobierno de Menem.




El auge actual del kirchnerismo puede sin duda retrotraerse al alzamiento de la multitud en aquel diciembre de 2001, que marcó la mayor insurrección popular contra el neoliberalismo en América Latina desde el Caracazo de 1989 en Venezuela (la importancia de dicha masacre en Caracas en la historia de la multitud latinoamericana será el objeto de una próxima entrada). El quiebre que diciembre de 2001 marcó en la historia argentina sólo se está apreciando en su verdadera dimensión casi 10 años después.



Y así como el breve gobierno de Rodríguez Saa en diciembre de 2001 fue derrumbado por la nueva presencia de la multitud en la calle, el interregno de Duhalde también llegó a su fin con la masacre de puente Avellaneda en junio de 2002, cuando la violencia desplegada contra la multitud en el espacio público (hecha carne en el asesinato de Santillán y Kosteki) lo obligó a llamar a las elecciones que llevaron a Néstor Kirchner a la presidencia. A diferencia de sus predecesores, Kirchner supo leer el mensaje que venía de las calles.

Pero una vez en el gobierno, el kirchnerimo empezó a enfrentar movilizaciones callejeras por parte de la derecha, que a esta altura también intuía que la calle es la fuente de todo poder. Las primeras y muy masivas manifestaciones lideradas por el "ingenieri" Blumberg en 2004 por el tema de "la inseguridad" fueron la primera expresión de esta reacción, que no obstante no logró generar mayor ímpetu hasta la asunción de Cristina Kirchner.



El momento de mayor auge de la reacción conservadora contra la distribución de la riqueza intentada por Cristina fue sin duda la ocupación de los espacios públicos y rutas del país por los empresarios agrogarcas y sus aliados urbanos en 2008. No es casualidad que el momento de mayor debilidad del kirchnerismo en su breve historia fue el momento en que la derecha ganó el control de los espacios públicos. Se me dirá que en dicho proceso los medios privados de comunicación jugaron un rol central. Sin duda, pero el poder mediático sólo se hizo una efectiva fuerza política cuando pudo movilizar a decenas de miles de cuerpos en calles y rutas.

Desde aquel momento, y en parte por su propia soberbia y miopía, la derecha ha perdido su capacidad de movilizar cuerpos en el espacio. Los llamados a hacer manifestaciones en defensa de las AFJP a punto de ser nacionalizadas y en defensa del grupo Clarín por el tema Fibertel sólo condujeron a manifestaciones raquíticas, de unos pocos cientos de personas. Sólo con la marcha organizada por la Iglesia en contra de la ley de matrimonio igualitario se juntó más gente, pero sólo porque la Iglesia puso todo su aparato institucional y su red de escuelas privadas a tal efecto. Pero ello fue más bien la excepción dentro de un gradual repliegue de la derecha de las calles. Y este repliegue fue también el producto de una contra-ofensiva por parte de quienes apoyan al gobierno en su presencia en el espacio público.



Si bien hubo expresiones callejeras que lo precedieron, la recuperación del kirchnerismo tras la derrota en las elecciones parlamentarias de 2009 tuvo un punto de inflexión con los festejos del bicentenario de mayo de 2010, cuando una multitud sin precedentes en la historia argentina, de varios millones de personas, coparon las calles de Buenos Aires y muchos otros lugares del país para ser parte de una visión de la historia argentina que celebraba a los indígenas, a los desposeídos, al Che y a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, algo inédito para una conmemoración estatal en el país. Todos los analistas fueron sorprendidos por dicha multitud festiva, en parte porque asumían que la política sólo se teje en negociados super-estructurales antes que en las calles.





Y como escribí en las primeras entradas de este blog, el verdadero nacimiento del kirchnerismo como movimiento de masas tuvo lugar cuando una multitud copó las calles para expresar su dolor por la muerte de Néstor Kirchner y para salir en defensa del gobierno de Cristina el 17 y 18 de octubre pasados.

El futuro del kirchnerismo por ende seguirá dependiendo de las formas de poder que se generan en el espacio público por multitudes de cuerpos movilizados. Porque así como la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, la historia de la lucha de clases es la historia de la lucha por el control del espacio.

Friday, November 5, 2010

El Kirchnerismo es un anti-anti-kirchnerismo







El otro día leí un comentario en los foros on line de La Nación que me pareció refleja la experiencia de mucha gente que en estos días se ha estado descubriendo como "kirchnerista". Esta persona decía, espantada por el tono furioso de los foristas "anti-K" que pululan por esos foros: "Yo quiero ser anti-kirchnerista, pero los anti-kirchneristas no me dejan!".

Veamos. Creo que en estos últimos años, muchos mantuvieron una distancia crítica con los gobiernos kirchneristas por temas como los índices de inflación dibujados burdamente por el INDEC, los negociados con mineras canadienses como la Barrick Gold y el tema de los glaciares, los pactos con gobernadores o intendentes siniestros, la vista gorda con la devastación social y ambiental que crea la patria sojera en el NOA, y mil cosas más... Y sin embargo... Y sin embargo, apenas uno leía lo que decían y hacían personas como Macri (con sus espías, su ministro de educación proto-fascista y sus comandos paramilitares dedicados a fajar al pobrerío) Lilita Carrió (ya plenamente asumida como señora gorda de Barrio Norte, que le habla a las señoras de Barrio Norte), Duhalde ("hay que terminar de atacar a las fuerzas armadas"), o Joaquín Morales Solá (repitiendo como un robot que estamos "aislados del mundo" cuando pocas veces la Argentina tuvo tanta presencia en América Latina y el mundo), era como que muchos en realidad se hacían un poco "oficialistas" por el horror que provocaba la idea de que estos personajes fueran a gobernar el país. Y este anti-anti-kirchnerismo hacía de mucha gente un poco más "kirchneristas". Como ese forista de La Nación, que quería ser contrera pero al final no podía justamente por los anti-kirchneristas.

Claro, no todo de este nuevo kirchnerismo que se está gestando es reactivo y anti-anti. Hay mucho de afirmación, de identificación positiva con la política de derechos humanos, con la bajada del cuadro de Videla, con el fin de las AFJP, la ley de matrimonio igualitario, la ley de medios, la asignación universal por hijo, las alianzas con gobiernos progresistas de América Latina, entre muchas otras cosas.

Pero también es indudable que dicha identificación positiva se ha potenciado de manera muy notable y poderosa, sobre todo en su manifestación en las calles el 27 de octubre, en su gestualidad defensiva contra el anti-kirchnerismo y lo que ello representa. Porque si bien es cierto que el anti-kirchnerismo es una bolsa de gatos donde coexiste gente muy distinta (un Duhalde y un Pino Solanas), la expresión más clara y temida de la movida "anti-K" es el intento de crear una restauración conservadora, donde el sentido común de Clarín-LaNación-Macri-Mariano Grondona se vuelvan el sentido común de la política de estado. O sea, la vuelta al sentido común de un Menem y un De La Rúa, donde era impensable que las Madres de Plaza de Mayo se abrazaran con el presidente de la nación.

El 15 de octubre pasado, 12 días antes que muriera Kirchner, Mempo Giardinelli escribía en Página12 sobre una pesadilla que tuvo, en la cual Cobos asumía como presidente. En esa pesadilla de un gobierno de Cobos:

Su ministro del Interior era el señor Eduardo Duhalde y en Economía hacían cola para ser designados los señores López Murphy, Broda, Redrado e incluso el siempre disponible Sr. Domingo Cavallo. Todos ellos decididos a cancelar rápidamente y por decreto el 82 por ciento móvil. También, y con la misma velocidad, se restablecían las AFJP, se anulaban completa y absolutamente la ley de medios y la de Matrimonio Igualitario, y por supuesto se eliminaban todas las retenciones agropecuarias.

Creo que es el espanto que despierta en muchos esta posibilidad, este anti-anti-kirchnerismo, el que hace a mucha gente ver al gobierno de Cristina de otra forma. Ello no quita, como decía, los gestos afirmativos de identificación. Pero no hace falta ser filosofo o hegeliano para saber que la negatividad y la negación son en la historia, y en la política, fuerzas poderosas.

Tuesday, November 2, 2010

La primera aparición pública del fantasma de Néstor Kirchner


El lunes pasado, el fantasma de Néstor Kirchner fue invocado en forma explícita y pública por primera vez desde su muerte. Y quien lo invocó fue la Presidente de la República.

En Córdoba, Cristina dijo en un acto público, conmovida por el calor y el afecto de la gente: "Estoy un poco menos triste porque por allí está él caminando entre ustedes. Lo siento acá entre ustedes". El fantasma de Néstor Kirchner, que marcó con su repentina aparición, como sugerí en mi primer blog, el nacimiento del kirchnerismo, ciertamente ya había sido invocado antes: por la multitud en la plaza y las calles. Pero ahora era el turno de Cristina, la jefa de Estado. El mensaje fue claro: Néstor Kirchner estará ausente pero en realidad está presente (la esencia del fantasma). Y el que ello fuera dicho por la presidente, ahora su viuda, hizo que el anuncio oficial sobre la presencia del fantasma fuera a partir de entonces Política de Estado.

La reacción entre los (en su mayoría) ferozmente anti-kirchneristas lectores de La Nación en sus foros on line fue realmente notable. Durante varios días, los directores de La Nación había cerrado el acceso a sus foros en aras de contener la desaforada furia anti-K que ellos saben que caracteriza a muchos de sus lectores. El lunes pasado, por primera vez desde el miércoles 27 de octubre, las puertas de los foros de La Nación fueron abiertas de par en par.

Cuando entré a los foros, fue peor de lo que imaginaba. Me encontré con una turba exaltada que, como si hubiera sido maniatada durante varios días interminables, salía ahora a festejar la muerte del odiado "tirano", discípulo directo de "Stalin", "Mao", "Hitler" y "Fidel Castro" (además, obviamente, del mayor cuco de todos: "Chávez"). Pero en realidad, si uno prestaba atención, lo que transmitían no era la alegría que uno siente por una buena noticia. Era una excitación confusa que oscilaba entre lo morboso y lo descontrolado, por parte de gente que no sabía bien qué hacer con esa ebullición que les causó la muerte de Néstor Kirchner. Pero también era una ebullición que resultaba del nerviosismo que les causó ver a la multitud en la calle el otro día, por más que muchos la descalificaban como "los de siempre", "estudiantes violentos" "piqueteros" o, como hizo el inefable Mariano Grondona, como aprendices de "nazis" --esto dicho nada menos que por el padrino intelectual de todas las dictaduras de extrema derecha que han caminado sobre la faz de la Argentina.

Pero más allá de los previsible pero siempre perturbador de esta celebración, lo que me fascinó en realidad fue la manera en que dichos foristas rabiosos invocaban el fantasma de Néstor Kirchner, una y otra vez, y contra su voluntad.

Muchos lo hacían burlándose de que Cristina lo hubiera invocado como un muerto "que todavía camina entre nosotros". Pero lo interesante es que mientras Cristina no usó, obviamente, la palabra "fantasma", los foristas lo hacían una y otra vez.

Comparto con ustedes algunos comentarios entre muchos otros, sacados de la nota publicada en La Nación on line sobre los dichos de Cristina el 2 de noviembre:

986, aslindumbar: "POR DIOS, NINGÚN ENGENDRO ESTÁ CAMINANDO A MI LADO, QUE LOS ARCÁNGELES ME PROTEJAN!!!!"

968 r_gonzalez2009: "DUHALDE 2011................Y SE VAN TODOS ESTOS FANTASMAS......"

935 Ingenieril "Caminando entre nosostros???...urgente un exorcista!!!!!"

Por un lado, surgió como vemos el clamor por el exorcismo del fantasma, invocando en este caso a "Duhalde" o "los arcángeles". Todo con tono burlón claro está, pero pidiendo un exorcismo al fin.

Pero en realidad lo que más me impactó fue que lo que más parecía perturbar a muchos foristas anti-K, era que en realidad no podían saber con certeza de que Kirchner hubiera realmente muerto. Cito a "Rhinal" en el comentario 807:

"DIOS NOS LIBRE DE ENCONTRARNOS CAMINANDO ENTRE NOSOTROS NUEVAMENTE A ESA RATA INMUNDA!!!!!!!!!!!!!!!!!! QUE CAMINE EN LA CASA DE KRETINA SI QUIERE, NOSOTROS NO QUEREMOS VERLO NUNCA MAS!!!!!!!!!!!!! YA BASTANTE MAL TRAJO AL PAIS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! A PROPOSITO LE PREGUNTO A KRETINA PORQUE OCULTARON SU CUERPO?, ACASO HIZO LA GRAN YABRAN? O SE PEGO UN TIRO? O LE ROMPISTES LA CARA A GOLPES? LO UNICO QUE CIERRA BIEN ES EL ATAUD, ME GUSTARIA ABRIRLO Y VERLO MUERTO PARA DORMIR TRANQUILO, ALGO ME DICE QUE NO ES ASI!!!!!!!!!!!!"

En sus gritos escritos en mayúsculas, Rhinal estaba muy perturbado porque no llegó a ver el cuerpo muerto de Néstor Kirchner, que como sabemos fue velado a cajón cerrado (y ahora se me ocurre preguntarme, lo del cajón cerrado no habrá sido otra jugada realmente magistral, aunque tal vez no plenamente consciente, de Cristina?). En otras palabras, no hay evidencia fotográfica de su muerte. Y Rhinal pedía ver el cadáver "para dormir tranquilo". Porque, como él mismo dice, "algo me dice que no es así".

El reclamo de Rhinal de "ver el cuerpo" era reiterado una y otra vez por decenas de los foristas anti-K más diversos, y en sólo 20 minutos encontré decenas de comentarios similares. Por ejemplo (el énfasis es mío):

925 Susvin2010: "Por ahí es cierto que El aún está caminando entre nosotros. La primera reacción de mi mujer al ver que lo velaban a cajón cerrado fue decir. Ese no está allá adentro, por que no lo velaron como a Alfonsín? Yo le respondí que no fuera tan paranoica que esto no podía ser otro caso Yabrán, pero muchas veces las mujeres tienen ese sexto sentido que trasciende la lógica. Espero que esta vez esté equivocada!!"

Otra forista comentó a esta misma entrada: #1 abril14" No es la unica, conozco gente que tambien lo piensa, incluso he llegado a pensar lo mismo. Espero tambien estar equivocada"

Pensemos un poco sobre todo esto. Los antropólogos hemos aprendido un par de cosas sobre el poder sociológico y político de los fantasmas, no sólo entre tribus exóticas sino también en las políticas de los estados modernos. Y es verdad que son pocos los casos de una figura política de tamaña envergadura de la que no haya una foto en su lecho de muerte. Tenemos fotos de Evita, el Che, Pinochet, Franco, Juan Pablo II muertos, pero no de Kirchner... No existe una representación de su cuerpo inerte, ido, sin vida, ni fuerza, ni movimiento. Sólo nos quedan imágenes de su presencia en vida, lleno de ebullición. Y esas fotos en vida potencian la fuerza de su actual y fantásmica ausencia.

En el foro de La Nación, era como que parte de la exaltación que mostraba los anti-kirchneristas que lo invadieron resultaba no sólo de que Néstor Kirchner estaba muerto sino que en realidad no tenía una prueba realmente contundente de que ello hubiera pasado. Eso los atemorizaba, por más que lo mencionaran con un tono socarrón, despectivo, inseguro, canchero...

Muchos de los que sienten un desprecio y rechazo visceral por el gobierno realmente temen, como ellos mismos lo admiten, que Néstor Kirchner no esté muerto. Es el miedo a ese fantasma de Néstor Kirchner que sigue caminando entre nosotros.

Sunday, October 31, 2010

El 27(17) de Octubre del Kirchnerismo



Así como el 17 de octubre de 1945 fue el día en que el peronismo se materializó como multitud, el 27 de octubre de 2010 fue el día en que el kirchnerismo se reconoció y se parió a sí mismo como movimiento de masas. Los dos momentos se hicieron política en el sentido más corporal del término en la Plaza de Mayo, ese lugar mítico donde ha coagulado la mayor parte de la historia política argentina. Y además de la (extraordinaria) coincidencia de la cercanía calendaria entre las dos fechas, que hace que por momentos ambas parecieran confundirse en un 27(17) de octubre, lo que define a ambos momentos es una dinámica política y espacial muy similar: la multitud que se lanza a ocupar el espacio público en defensa de un proyecto de gobierno al que ve amenazado: a rescatarlo de los enemigos que lo acechan y atacan desde múltiples frentes.

Desde ya que las diferencias entre ambos días de octubre son muchas, empezando por las tremendas diferencias de épocas históricas, y no es el momento de repasarlas en detalle acá (una clara diferencia, por mencionar una, es que mientras que ese día el Coronel Perón estaba preso Cristina Kirchner es la presidente en ejercicio desde hace tres años). Y desde ya que es muy temprano para realmente "predecir" a dónde llevará todo esto (nada es predecible en política).

Pero lo que me interesa resaltar son las similitudes, para después comentar algunas cosas muy específicas de estos días. Al igual que el 17 de octubre, lo que motivó la irrupción de la multitud en las calles el miércoles 27 de octubre fue el temor colectivo de que un proyecto de gobierno imperfecto pero más sensible a los intereses de los postergados y a la expansión de derechos políticos pudiera colapsar. Era el temor de que la desaparición física de Néstor Kirchner pudiera significar también el fin del proyecto que él inició y encabezó, y el regreso de una restauración conservadora.

Lo han notado ya muchos: la gente en la calle no sólo lloraba la muerte de Kirchner y celebraba su figura sino que con la misma efervescencia apoyaba al gobierno de Cristina y criticaba a la oposición. El "fuerza Cristina" fue el clamor más generalizado. Como lo señala ayer Mario Wainfeld en Página/12, “Fuerza Cristina” no es un pésame. "Es un reclamo y una promesa: hay que seguir y acá estamos".

El "acá estamos" en plazas y calles fue un mensaje dirigido tanto al gobierno y a Cristina como a todas las pantallas de TV, a las radios, y a los diarios. El mensaje hacia los medios y hacia el resto del país era claro, y guiaba muchos de los cánticos: "Cuidado gorilas, si la tocan a Cristina que quilombo se va armar". Otro cántico, que mi amigo y colega Axel Lazzari notó mucho en la plaza, era: "No venimos por el chori, no venimos por el plan, estamos con el proyecto nacional y popular".

Por ello, la multitud tomó las calles como un acto de auto-defensa. Igual que en 1945. Fue un impulso reflejo que desbordó cualquier aparato o red clientelar y que por eso también irrumpió como una fuerza imparable en la mirada de los medios, que no sabían muy bien qué hacer con ella y no sabían muy bien cómo explicarla.

Y esto me lleva a una diferencia importante con el 17 de octubre, producto de que vivimos en un mundo muy distinto y en otro siglo: la multitud de los días pasados fue una rebelión popular contra la hegemonía de los medios privados. La gran paradoja fue que el poder de esta multitud fue potenciado por la cobertura de los medios como La Nación, Clarín o TN, que esta vez no tenían otra opción que cubrir lo que estaba pasando, a riesgo de hacer terriblemente transparente su odio al gobierno (como sí lo hicieron transparente los medios privados venezolanos durante el golpe contra Chávez en 2002, cuando ningún canal privado de TV mostraba en sus pantallas que había millones de personas en las calles de toda Venezuela marchando contra el golpe y reclamando la liberación de Chávez).

Esta fue una rebelión contra los medios y contra el hecho de que, sobre todo desde el conflicto con "el campo" en 2008, los medios y aquellos que repetían su bajada de línea nos habían obligado a muchos de nosotros a mantener la cabeza gacha, a hablar en voz baja sobre el hecho de que, por ejemplo, alguna que otra medida del gobierno nos gustaba, a lo que había que agregar que uno decía eso "sin ser kirchnerista". No fuera que alguien nos fuera a acusar del peor de los pecados: el ser "kirchnerista". Y todo este clima hegemónico era creado por una verdadera aplanadora mediática que dominaba la narrativa y que, a pesar de ello, no dejaba de victimizarse todo el tiempo a sí misma como "atacada" por un gobierno "dictatorial". Y esa era la misma aplanadora que distinguía entre "la gente" y la chusma K esclavizada por "planes", "choripanes" o "un par de zapatillas".

En su columna del sábado en Página12 Luis Bruschtein capturó cómo esta aplanadora mediática invisibilizó, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires, cualquier expresión de tibio apoyo a algunas medidas del gobierno. En sus palabras:

En la Capital nadie podía decir que era kirchnerista o que este Gobierno no era tan nefasto. Hasta el encargado del garaje se mimetizaba con los patrones y discutía como si fuera dueño de varias hectáreas en la Pampa Húmeda. Parecía que el que no odiaba o no despreciaba al Gobierno y a sus seguidores y simpatizantes también se merecía la misma miradita despectiva. “Son peores que la dictadura”, decían algunos y parecía lo más normal del mundo. En el gimnasio, kirchnerismo era mala palabra; en el country, pecado mortal, y en la reunión de consorcio mejor ni hablar.

Y como lo dijo Luis: "Esas personas salieron de las baldosas, cambiaron el escenario". Y cambiaron el escenario porque esas personas dispersas y atomizadas (que estaban abajo de las baldosas, invisibles) se fusionaron en la calle para formar una multitud absolutamente visible y que, al igual que en el 17 de octubre de 1945, los proyectó como actor político. Este rechazo hacia los medios, personificados en Clarín, hizo que la bronca fuera palpable. No era para menos. Millones de personas en todo el país que en los últimos años habían abrazado cambios como el fin de las AFJP, la posibilidad de una acceso más amplio y democrático a medios audio visuales, o el matrimonio igualitario eran regularmente denigradas o estereotipadas como "chavistas", "zurdos", "dictatoriales", "autoritarios". Por eso el dolor por la muerte de Kirchner hizo potenciar el rechazo colectivo a esa bajada de línea que surge como un chorro sin fin por el aparato mediático.

Los medios han tomado nota, indignados, de esa bronca hacia ellos. Joaquín Morales Solá, en su columna del domingo en La Nación se queja del nivel de "intolerancia verbal" con que la gente en la calle insultó a los medios y a políticos de la oposición en sus cánticos. E indignado, se queja una vez más de la barbarie y la "violencia" (??) que alimenta el kirchnerismo ("violencia" o "intolerancia verbal" que Morales Solá nunca pareció notar en el odio clasista-racista que destilaban las manifestaciones y cortes por a favor de los "campesinos", cómo él denomina a los empresarios agropecuarios). O sea, la barbarie (zoológica) asociada a la multitud que rescató a Perón resurge una vez más, y reciclada para presentar a esta nueva multitud como agresiva, peligrosa. Parte de la lucha política por venir incluirá una lucha discursiva por interpretar y dar sentido a la presencia de la multitud de los últimos días.

Pero más allá de cómo siga esto, la multitud del 27 de octubre le propinó una derrota de los medios. Temporaria y parcial, sin duda, pero derrota al fin. Fue un momento en el que su mensaje monocromático se resquebrajó, desbordado, y en el que las corporaciones mediáticas perdieron el control de la narrativa. La confusión que se ve hoy en las páginas de La Nación o Clarín es palpable, y producto del sacudón que les dio la multitud en la calle llorando Kirchner y apoyando a Cristina. Los medios ya están lanzando su contraofensiva, pero desde un lugar de menor control sobre la producción del mensaje.

Para cerrar. Así como a partir de 1945 fue claro que Perón no estaba solo, el principal mensaje del 27 de octubre de 2010 es que a partir de ahora Cristina Kirchner no está sola. Hay una multitud movilizada detrás, que en cuestión de horas demostró la capacidad de tomar los principales lugares públicos del país cuando sintió que el gobierno corría peligro en un momento de posible debilidad. Esa energía obviamente no surgió de la nada, pero fue sólo con la formación de una multitud que ocupó el espacio público que ese apoyo popular se transformó en un vector político a respetar.

En la historia reciente argentina, hubo sólo un momento comparable de irrupción de la multitud en el espacio público para defender un gobierno democrático: durante el alzamiento carapintada de Semana Santa de 1987, cuando la movilización de masas en las calles fue notable. Pero mientras que a partir de allí Alfonsín prefirió ceder espacios ("felices pascuas", "héroes de Malvinas", "economía de guerra") antes que canalizar la energía de aquella multitud, todo parece indicar que el actual gobierno "profundizará el modelo" apoyado además en buena medida en las nuevas formas de militancia que se están generando. Pues como dijera en mi primera nota en el blog, además ahora el kirchnerismo tiene un mártir y el poder convocante de un fantasma. No es poca cosa, en un país y en un continente donde la invocación política de mártires-fantasmas puede crear torbellinos.

El 28 de octubre escribí que el día anterior marcó el nacimiento del kirchnerismo, y cuanto más pasan los días veo que más y más gente comparte la apreciación. Y esto saca a la luz lo que es el principal paralelo con el 17 de octubre de 1945 como día de nacimiento del peronismo. Ambos son días en que nació algo colectivo, parido en las calles.

Veremos cómo sigue todo, y esto recién empieza. Pero creo que más allá de que el 27 recoge mucho de la genealogía y del folklore del peronismo en la calle, algo nuevo se está moviendo en el subsuelo argentino. En estos últimos días estuvo circulando bastante por internet una nota de Pablo Marchetti llamada "Nosotros", y que zambulle al lector en la efervescencia que se vivió en las calles de Buenos Aires en estos últimos días, donde miles y miles de cuerpos se encontraron y crearon un nuevo "nosotros". Es el "nosotros" al que no interpelan Clarín, La Nación o Lilita Carrió. Es un nosotros que los medios no reconocen como "la gente".

Para este nuevo nosotros que se está gestando, tal vez no sea muy descabellado por ende ver el 27 de octubre como nuestro 17 de octubre. Sé que muchos verán a esta comparación como una exageración producto de la calentura del momento, sobre todo debido al aura mítica del "día de la lealtad" en la memoria política argentina. Pero creo que la comparación incomoda porque, si llegara a ser verdad, podría anticipar días turbulentos.

Saturday, October 30, 2010

La multitud sólo se crea en las calles


Lo de estos últimos días en la Argentina es el resurgimiento del poder de una multitud que se encuentra y materializa en los espacios públicos, y que rompe con el hechizo adormecedor de los relatos producidos por grandes conglomerados económicos que consumimos a través de televisores, radios y computadoras: pequeños espacios domésticos que nos conectan pero a menudo también nos fragmentan y hacen del espacio público sólo un canal de tránsito para ir al laburo o a la facultad.

Miles y miles de personas en todo el país cuentan una y otra vez la misma experiencia: el estar en la calle junto con tantos otros cuerpos dolidos para rendir homenaje a Kirchner y apoyar a Cristina produjo un descubrimiento, una especie de iluminación: no éramos tan pocos como nos decían; somos muchos más de lo que nosotros mismos pensábamos; y estamos acá porque nos damos cuenta de que en realidad por primera vez en la vida tenemos un gobierno con el que, a pesar de mil errores y torpezas, nos identificamos; por más que sea una identificación creada por el espanto de lo que sería la alternativa.

Este blog es sobre espacio y política, y lo de estos días confirma que el espacio es el terreno más fundamental del la política, porque la política y el poder son en última instancia las fuerzas que determinan la ubicación y el movimiento de cuerpos en el espacio. Desde cómo se paran o sientan los laburantes en una fábrica hasta el derecho de gente indígena de ocupar la tierra de sus antepasados, todo pasa por cómo se regula políticamente el derecho o la obligación de que ciertos cuerpos puedan estar, o no, en ciertos lugares. Y lo que crea la multitud en las calles es justamente es capacidad de afectarnos mutuamente, como diría Spinoza, a través de nuestros cuerpos que se ven, se oyen, se tocan y se afectan e influyen en un torbellino creador (ya que estamos, este es un tema sobre el que estoy laburando en el libro, por ahora en estado germinal, Space and Politics).

La multitud, que Hardt y Negri suelen tratar como un fenómeno etéreo, sólo existe y sólo se crea en el espacio público, en la calle y en la plaza, y en muchos casos requiere una voluntad de lanzar nuestros cuerpos a esos espacios rompiendo el hechizo mediático de que tal multitud no puede existir, y que "la calle" como espacio de la política es parte del pasado, una nostalgia setentista pasada de moda dejada de lado por facebook, youtube y clarin.com.

Es fascinante ver la respuesta de los medios de la derecha a la conmoción creada por la desaparición física de su enemigo mortal, siempre pintado como "el monje negro" del poder desde una postura machista difícil de disimular (en una pareja, se asume que es el hombre el que lleva las riendas). Por un lado, están los que especulan que sin el líder macho Cristina debe asumirse como mujer sumisa y "cambiar el rumbo". Fue lo primero que escribieron los columnistas de La Nación y Clarín el miércoles a la tarde, y creo que a esta altura ya se están dando cuenta que nada de eso pasará, y que lo suyo fue una expresión de deseos.

Pero para mí lo más interesante en cuanto al espacio y la política es que, en su gran mayoría, los columnistas de Clarín y La Nación y políticos como Macri y De Narváez especulan sobre el futuro viendo cómo actuará tal o cual gobernador, qué hará Scioli, qué harán los intendentes, qué hará Solá... Lo hacen porque para ellos la política es una trama superestructural, donde las masas en la calle y en los espacios públicos no son más que ruido molesto, al que temen pero no terminan de comprender y que por ende no pueden sino ver con estereotipos gastados.

Juan José Sebrelli, hace rato usado como pensador-trofeo por La Nación (cómo ex-izquierdista que se ha hecho "serio"), escribe hoy que en realidad la pasión que se vio por las calles es sólo la fascinación primitiva por la muerte del caudillo, un reflejo de gente-ganado que en el fondo no es libre (al contrario, por supuesto, de los lectores serios de La Nación). Sólo Jorge Fernández Díaz también en La Nación propone una lectura más acorde con la pasión de la multitud en las calles, y descubre, sorprendido, que hay que admitir que el kirchnerismo es... (wow!) "un fenómeno de masas".

"Un fenómeno de masas". Creo que pocos hubieran hecho tal caracterización antes del 27. Como escribí en el blog de ayer, sí creo (como muchos) que el 27 de octubre marca el surgimiento del kirchnerismo como un fenómeno de masas y por ende como algo cualitativamente distinto, si bien sus rizomas vienen expandiéndose y creciendo horizontalmente desde hace unos años. Pero lo que quiero resaltar acá es que este poder que muchos recién ahora están descubriendo es un poder que sólo se puede crear y manifestar en el espacio público, y sobre todo en la conjunción de cuerpos antes dispersos en un mismo espacio, y afectados por una misma sintonía y en este caso un mismo dolor. Que no es tanto, o no sólo, el dolor por el que murió sino también el reconocimiento de que los intereses que desde siempre conspiran contra "el gobierno K" conspiran también contra derechos colectivos ganados en estos años, e impensables años atrás. Y esta fue una expansión de derechos contra la que que los medios y la derecha opusieron una feroz resistencia.

La web, los blogs, la TV, siguen siendo conductos centrales en cómo nos entrelazamos en nuestros cuerpos dispersos. Pero a veces la fascinación con la virtualidad de la internet nos hace olvidar que el poder más poderoso de todos, ese que cambia la historia (desde la revolución francesa hasta el 20 de diciembre de 2001), sólo se forja con cuerpos lanzados colectivamente en el espacio público: en la calle como terreno fundamental de la política. Los que creen que por estar en el siglo XXI el rol del espacio en la política está en camino de desaparecer, se equivocan. Y veces nos olvidamos que la calle está siempre allí, y que a veces lo más difícil de lograr es entrelazar voluntades para salir a reclamarla.

Friday, October 29, 2010

El día en que nació el Kirchnerismo



Creo que muchos lo notamos casi al mismo tiempo, pero al principio ninguno de nosotros sabía bien qué era lo que estaba pasando. No es casual que el diario La Nación cerrara prontamente el acceso a sus foros de lectores, donde se suelen crear los debates políticos más encendidos de la web argentina. Primero pensé que era un gesto de buen gusto de los directores del diario, que quieren evitar expresiones desubicadas hacia la figura de un ex-presidente por parte de los anti-kirchneristas iracundos felices con la muerte del “dictador”. Pero después me dí cuenta que, aunque hubiera algo de eso, lo que se quería silenciar era sobre todo otra voz: la voz pasional de un pueblo que se acababa de reconocer, sorpresiva y dolorosamente como en un parto súbito y deslumbrante, como kirchnerista.

El kirchnerismo, claro está, ha existido en múltiples expresiones y manifestaciones colectivas e institucionales por varios años. Pero el kirchnerismo que emergió el 27 de octubre parece ser algo nuevo, no sólo más masivo y espontáneo sino además forjado con menos ambigüedades y asumido como parte de un proceso de cambio positivo que existe a pesar de muchos “peros”: a pesar del INDEK, de las viejas mañas peronistas, de los bagajes de los cuales Néstor Kirchner nunca se terminó de despegar, de los lazos con las empresas mineras canadienses, del fomento y tolerancia de la devastación sojera en el NOA... Y a pesar, sobre todo, de lo que los medios machacan sobre nuestras cabezas todos los días, sin respiro, y en coro con los conglomerados de medios privados en toda América Latina: la supuesta amenaza que los gobiernos populares y progresistas de la región representan para “la democracia”. La misma democracia que estos mismos medios fueron los primeros en arrastrar por el barro de dictaduras sangrientas, y de cuya degradación soy hoy partícipes y/o cómplices en Honduras así como lo fueron en los intentos golpistas de Venezuela y Ecuador.

Pero esa voz de la multitud a la que cerraron sus puertas virtuales La Nación y (con la excepción de unas pocas horas) Clarín, era una realidad innegable en las calles, en los mares de cuerpos dolidos invadiendo espacios públicos y también en innumerables sitios a lo largo y ancho de la web, a donde se volcaron rápidamente centenares de miles de ciudadanos desde sus computadoras esparcidas en la Argentina y en el resto del mundo, dándole al teclado para compartir ideas, dolor, confusión y sobre todo para darse un abrazo virtual con esa multitud anónima con la que se comparte el pavor a lo que vendría si el kirchnerismo efectivamente se replegara y si personajes como Macri, Duhalde o Cobos fueran presidentes: el horror a la vuelta al sentido común de una derecha rencorosa y prejuiciosa, afecta a celebrar las jerarquías de clase y la represión y que aún no sabe despegarse (porque sigue siendo su proyecto) de su participación en la devastación social de los 90.

Es por ello que tanto La Nación como Clarín se vieron desbordados, rodeados por todos lados de una marea humana que no podía sino irrumpir en los titulares y notas de sus sitios web y en sus páginas impresas como un torrente que no podían no cubrir sin perder su apariencia de objetividad, porque el que se acababa de morir era después de todo no sólo su enemigo a muerte sino un ex-presidente de la nación. Sitios como Facebook eran un hervidero, y gente de la que yo no sabía mucho de pronto surgía casi de la nada como “kirchnerista”, defensores de un modelo más redistributivo de la riqueza, más igualitario e inclusivo y basado en la defensa de los derechos humanos. Me metí varias veces en el más oficialista y rudimentario sitio del Diario Registrado y los foros también eran un torbellino de comentarios dándole fuerza a Cristina.

Fue significativo que en un momento del jueves 28 Clarín pareció haberse visto obligado a abrir una sección de comentarios para sus lectores. Fue sólo una columna y que estuvo abierta sólo por unas horas, que en poco tiempo se colmó de cientos de mensajes expresando dolor por la muerte de Kirchner y deseándole “fuerza” a Cristina para “defender al pueblo” frente a los poderosos. Me impresionó que siendo el sitio de Clarín hubiera muy pocos comentarios de lectores críticos al gobierno. Pero los lectores contreras estaban allí, leyendo y votando en negativo todo comentario que oliera a “K”, aun aquellos que sólo expresaban un respetuoso pésame. ¿Tal vez era que muchos de ellos no se atrevían a escribir, intimidados por lo delicado del tema y por la catarata de comentarios de aquello que se suponía no podía ser tan masivo? ¿No era que quienes se manifiestan a favor de “los K” son comprados con un choripán y arreados como ovejas, sin entender nada y sin convicción?

Algo muy similar pasó con los festejos del Bicentenario, cuando los medios no pudieron sino reflejar una efervescencia y alegría popular que se suponía no existían en las calles, donde según se nos había informado reinada el malhumor. Dicho malhumor fue sin duda poderoso y se hizo del control de rutas y espacios públicos durante buena parte de 2008 al grito, increíblemente transparente en su ideología de clase, de “todos somos el campo”. Pero luego de cantar victoria anticipadamente en las elecciones de 2009, dicha energía se disipó en el contexto creado por líderes de oposición soberbios y torpes que cometieron el error garrafal de subestimar a un adversario debilitado pero políticamente mucho más astuto. Desde entonces, la calle se ha hecho nuevamente kirchnerista, en un proceso impulsado por los festejos del Bicentenario pero también, entre otros procesos, por actos multitudinarios como los de Ferro, el Luna Park o River y en expresiones más independientes, pero igualmente masivas y progresistas, como la lucha de los estudiantes secundarios porteños.

Pero lo del 27 de octubre de 2010, una fecha que por esas curiosas vueltas de la historia rima además con la fecha fundacional del mayor movimiento de masas de la Argentina del siglo XX, fue cualitativamente distinto a todo lo anterior. No era un festejo popular como en el Bicentenario sino un desgarramiento colectivo que días antes había sido precedido por otra muerte impactante, la de Mariano Ferreyra, que había paralizado el país por su evocación de otras muertes políticas, cercanas y lejanas pero todas ellas ocurridas antes de la asunción de Néstor Kirchner. ¿Quién podía anticipar que otra muerte aún más impactante le seguiría pocos días después? Fue como si el dolor y la consternación por el asesinato de Mariano crearan una energía latente que no pudo más que potenciarse con la muerte del líder más fuerte y polémico de la Argentina, quien fue justamente quien “cambió de paradigma” (al decir de Mario Wainfeld) a múltiples niveles pero sobre todo, de manera muy fundamental, en cuanto a cómo ver a la dictadura y los derechos humanos desde las esferas del estado. Algo impensable antes de 2003, más allá del esfuerzo genuino pero más débil hecho antes y en otro contexto por Raúl Alfonsín (que por ello mismo también se ganó el odio visceral, no lo olvidemos, de la misma derecha que hoy lo celebra y despolitiza).

La muerte de Néstor Kirchner marca su surgimiento como ausencia y como fantasma, circulando ahora como un torbellino por todos los espacios del país y el mundo sin un anclaje corporal. Dicho nacimiento de Néstor Kirchner como fuerza fantasmal en el mismo momento de su fin como cuerpo finito ha creado algo nuevo que implica no sólo la continuidad sino un cambio cualitativo en su proyecto, tal vez con un calado más hondo en los rizomas de la sociedad, antes más dubitativos a asumirse como parte de un proyecto colectivo. Lucas Carrasco en el Diario Registrado escribió al poco tiempo de saberse la noticia que “hay Néstor para rato” y no estaba equivocado. Tampoco se equivocó Carla cuando escribió en el foro de Clarín a las 15.54 del jueves 28, antes que fuera cerrado: “¿Será verdad que murió?” Ambos de distinta forma, al igual que muchos otros, estaban expresando algo que los pueblos latinoamericanos conocen bien: el poder de los muertos, que no es otra cosa que el poder de sus fantasmas. Sandino, Farabundo Martí, Evita, El Che y tantos otros inspiraron desde su presencia ausente efervescencias políticas arrolladoras, que todavía viven con nosotros.

Néstor Kirchner es ciertamente muy distinto a estos otros fantasmas, y no es posible predecir qué rumbo seguirá la evocación política de su ausencia. Pero pareciera que éste es un fantasma creador de subjetividades forjadas en la pasión y en un momento de iluminación marcadas por el desconcierto. En el foro de Clarín que fue prontamente levantado, justamente por la irrupción intolerable de dicha fuerza, Eduardo escribió lo siguiente (al lado del comentario de Carla citado arriba): “Siempre acompañé con el voto a los ‘K’. Según los medios y los tilingos de microcentro (donde trabajo) me imaginaba solo o en una minoría. Ahora veo la mayor movilización popular de los últimos tiempos”. Cientos de miles, tal vez millones sintieron lo mismo: el reconocimiento con pares que uno no sabía que estaban allí. Eduardo Aliberti notó algo parecido en su columna de Página/12 certeramente titulada Los muertos que vos matáis. Él percibió que la enorme cantidad de gente que llamaba a su programa de radio compartía una misma actitud: ellos primero aclaraban que en realidad “no eran kirchneristas”, que tenían muchas críticas al gobierno, “pero…” “pero…”. “Ese pero,” escribió Aliberti. “Ay, ese pero. Cuánto que hay en ese pero de ‘me parece que me dí cuenta ahora, con la muerte, de que no hay nada real mejor que esto, por más que no me guste’”. Es cierto, cuánto hay para analizar en esta última frase: la persona “anti-K” que de pronto se descubre que no lo es tanto, que se detiene a dudar, a repensarse, obligada por ese vacío que crea la muerte del cuerpo antes criticado.

Algo muy similar surgió en la enorme cantidad de gente que afirmaba en internet, frente a las cámaras de TV o en los miles de notas escritas a mano y dejadas junto a la Casa Rosada: “Fue el mejor presidente que hemos tenido”. En la tristeza y solidaridad creada por la muerte de Raúl Alfonsín, muy pocos dijeron algo así sobre su presidencia, mucho más golpeada y más transicional. Que tantos afirmaran algo así abiertamente, oponiéndose al argumento mediático de que el país marcha hacia el abismo, es algo inédito en las últimas décadas, donde un pueblo cínico parecía estar resignado a votar y luego a despreciar en masa a sus presidentes.

Por ende intuyo, por más que sea prematuro aventurar semejante conjetura, que estos días están marcando lo que la historia verá como el origen mítico del kirchnerismo: el momento en éste coaguló en las calles y en las redes virtuales como un colectivo más sólido y firme en sus lealtades, sacudido al descubrir sus simpatías profundas así como el alineamiento de los adversarios a enfrentar. Lo dijo un muchacho entrevistado por La Nación, evocando el fantasma que al despegarse de un cuerpo débil y mortal crea algo colectivamente nuevo: "Ahora soy kirchnerista. Desde la muerte de este tipo, soy kirchnerista".

Los sectores de la derecha están claramente desorientados y expectantes ante esta ebullición popular. Joaquín Morales Solá, el vocero más cerebral del periodismo opositor, acaba de expresar en La Nación el temor de estos sectores a esta multitud que está descubriéndose a sí misma. Es el miedo de que a partir de ahora, Cristina Kirchner quiera hacer no una reforma “sino una revolución”. Una palabra así, lanzada para crear temor en los lectores de clase media y alta y también lanzada como advertencia, nos señala las contradicciones y desafíos por venir. Pero el uso repentino de esta palabra sagrada y maldita también marca las resistencias que genera lo que ha sido hasta ahora, y contra lo que digan los predecibles voceros del estatus quo, un proceso de cambio pacífico, democrático y que se ha propuesto —con muchos errores, de a poco y a los tumbos— reparar viejas injusticias en un proceso de alianzas inéditas con la América Latina profunda y postergada.

El mensaje que en estos días está surgiendo de las calles y de la virtualidad que nos conecta es que, montada en el poder de su nuevo fantasma, esta entidad amorfa y desconcertante que ahora llamamos kirchnerismo recién empieza.