

Así como el 17 de octubre de 1945 fue el día en que el peronismo se materializó como multitud, el 27 de octubre de 2010 fue el día en que el kirchnerismo se reconoció y se parió a sí mismo como movimiento de masas. Los dos momentos se hicieron política en el sentido más corporal del término en la Plaza de Mayo, ese lugar mítico donde ha coagulado la mayor parte de la historia política argentina. Y además de la (extraordinaria) coincidencia de la cercanía calendaria entre las dos fechas, que hace que por momentos ambas parecieran confundirse en un 27(17) de octubre, lo que define a ambos momentos es una dinámica política y espacial muy similar: la multitud que se lanza a ocupar el espacio público en defensa de un proyecto de gobierno al que ve amenazado: a rescatarlo de los enemigos que lo acechan y atacan desde múltiples frentes.
Desde ya que las diferencias entre ambos días de octubre son muchas, empezando por las tremendas diferencias de épocas históricas, y no es el momento de repasarlas en detalle acá (una clara diferencia, por mencionar una, es que mientras que ese día el Coronel Perón estaba preso Cristina Kirchner es la presidente en ejercicio desde hace tres años). Y desde ya que es muy temprano para realmente "predecir" a dónde llevará todo esto (nada es predecible en política).
Pero lo que me interesa resaltar son las similitudes, para después comentar algunas cosas muy específicas de estos días. Al igual que el 17 de octubre, lo que motivó la irrupción de la multitud en las calles el miércoles 27 de octubre fue el temor colectivo de que un proyecto de gobierno imperfecto pero más sensible a los intereses de los postergados y a la expansión de derechos políticos pudiera colapsar. Era el temor de que la desaparición física de Néstor Kirchner pudiera significar también el fin del proyecto que él inició y encabezó, y el regreso de una restauración conservadora.
Lo han notado ya muchos: la gente en la calle no sólo lloraba la muerte de Kirchner y celebraba su figura sino que con la misma efervescencia apoyaba al gobierno de Cristina y criticaba a la oposición. El "fuerza Cristina" fue el clamor más generalizado. Como lo señala ayer Mario Wainfeld en Página/12, “Fuerza Cristina” no es un pésame. "Es un reclamo y una promesa: hay que seguir y acá estamos".
El "acá estamos" en plazas y calles fue un mensaje dirigido tanto al gobierno y a Cristina como a todas las pantallas de TV, a las radios, y a los diarios. El mensaje hacia los medios y hacia el resto del país era claro, y guiaba muchos de los cánticos: "Cuidado gorilas, si la tocan a Cristina que quilombo se va armar". Otro cántico, que mi amigo y colega Axel Lazzari notó mucho en la plaza, era: "No venimos por el chori, no venimos por el plan, estamos con el proyecto nacional y popular".
Por ello, la multitud tomó las calles como un acto de auto-defensa. Igual que en 1945. Fue un impulso reflejo que desbordó cualquier aparato o red clientelar y que por eso también irrumpió como una fuerza imparable en la mirada de los medios, que no sabían muy bien qué hacer con ella y no sabían muy bien cómo explicarla.
Y esto me lleva a una diferencia importante con el 17 de octubre, producto de que vivimos en un mundo muy distinto y en otro siglo: la multitud de los días pasados fue una rebelión popular contra la hegemonía de los medios privados. La gran paradoja fue que el poder de esta multitud fue potenciado por la cobertura de los medios como La Nación, Clarín o TN, que esta vez no tenían otra opción que cubrir lo que estaba pasando, a riesgo de hacer terriblemente transparente su odio al gobierno (como sí lo hicieron transparente los medios privados venezolanos durante el golpe contra Chávez en 2002, cuando ningún canal privado de TV mostraba en sus pantallas que había millones de personas en las calles de toda Venezuela marchando contra el golpe y reclamando la liberación de Chávez).
Esta fue una rebelión contra los medios y contra el hecho de que, sobre todo desde el conflicto con "el campo" en 2008, los medios y aquellos que repetían su bajada de línea nos habían obligado a muchos de nosotros a mantener la cabeza gacha, a hablar en voz baja sobre el hecho de que, por ejemplo, alguna que otra medida del gobierno nos gustaba, a lo que había que agregar que uno decía eso "sin ser kirchnerista". No fuera que alguien nos fuera a acusar del peor de los pecados: el ser "kirchnerista". Y todo este clima hegemónico era creado por una verdadera aplanadora mediática que dominaba la narrativa y que, a pesar de ello, no dejaba de victimizarse todo el tiempo a sí misma como "atacada" por un gobierno "dictatorial". Y esa era la misma aplanadora que distinguía entre "la gente" y la chusma K esclavizada por "planes", "choripanes" o "un par de zapatillas".
En su columna del sábado en Página12 Luis Bruschtein capturó cómo esta aplanadora mediática invisibilizó, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires, cualquier expresión de tibio apoyo a algunas medidas del gobierno. En sus palabras:
En la Capital nadie podía decir que era kirchnerista o que este Gobierno no era tan nefasto. Hasta el encargado del garaje se mimetizaba con los patrones y discutía como si fuera dueño de varias hectáreas en la Pampa Húmeda. Parecía que el que no odiaba o no despreciaba al Gobierno y a sus seguidores y simpatizantes también se merecía la misma miradita despectiva. “Son peores que la dictadura”, decían algunos y parecía lo más normal del mundo. En el gimnasio, kirchnerismo era mala palabra; en el country, pecado mortal, y en la reunión de consorcio mejor ni hablar.
Y como lo dijo Luis: "Esas personas salieron de las baldosas, cambiaron el escenario". Y cambiaron el escenario porque esas personas dispersas y atomizadas (que estaban abajo de las baldosas, invisibles) se fusionaron en la calle para formar una multitud absolutamente visible y que, al igual que en el 17 de octubre de 1945, los proyectó como actor político. Este rechazo hacia los medios, personificados en Clarín, hizo que la bronca fuera palpable. No era para menos. Millones de personas en todo el país que en los últimos años habían abrazado cambios como el fin de las AFJP, la posibilidad de una acceso más amplio y democrático a medios audio visuales, o el matrimonio igualitario eran regularmente denigradas o estereotipadas como "chavistas", "zurdos", "dictatoriales", "autoritarios". Por eso el dolor por la muerte de Kirchner hizo potenciar el rechazo colectivo a esa bajada de línea que surge como un chorro sin fin por el aparato mediático.
Los medios han tomado nota, indignados, de esa bronca hacia ellos. Joaquín Morales Solá, en su columna del domingo en La Nación se queja del nivel de "intolerancia verbal" con que la gente en la calle insultó a los medios y a políticos de la oposición en sus cánticos. E indignado, se queja una vez más de la barbarie y la "violencia" (??) que alimenta el kirchnerismo ("violencia" o "intolerancia verbal" que Morales Solá nunca pareció notar en el odio clasista-racista que destilaban las manifestaciones y cortes por a favor de los "campesinos", cómo él denomina a los empresarios agropecuarios). O sea, la barbarie (zoológica) asociada a la multitud que rescató a Perón resurge una vez más, y reciclada para presentar a esta nueva multitud como agresiva, peligrosa. Parte de la lucha política por venir incluirá una lucha discursiva por interpretar y dar sentido a la presencia de la multitud de los últimos días.
Pero más allá de cómo siga esto, la multitud del 27 de octubre le propinó una derrota de los medios. Temporaria y parcial, sin duda, pero derrota al fin. Fue un momento en el que su mensaje monocromático se resquebrajó, desbordado, y en el que las corporaciones mediáticas perdieron el control de la narrativa. La confusión que se ve hoy en las páginas de La Nación o Clarín es palpable, y producto del sacudón que les dio la multitud en la calle llorando Kirchner y apoyando a Cristina. Los medios ya están lanzando su contraofensiva, pero desde un lugar de menor control sobre la producción del mensaje.
Para cerrar. Así como a partir de 1945 fue claro que Perón no estaba solo, el principal mensaje del 27 de octubre de 2010 es que a partir de ahora Cristina Kirchner no está sola. Hay una multitud movilizada detrás, que en cuestión de horas demostró la capacidad de tomar los principales lugares públicos del país cuando sintió que el gobierno corría peligro en un momento de posible debilidad. Esa energía obviamente no surgió de la nada, pero fue sólo con la formación de una multitud que ocupó el espacio público que ese apoyo popular se transformó en un vector político a respetar.
En la historia reciente argentina, hubo sólo un momento comparable de irrupción de la multitud en el espacio público para defender un gobierno democrático: durante el alzamiento carapintada de Semana Santa de 1987, cuando la movilización de masas en las calles fue notable. Pero mientras que a partir de allí Alfonsín prefirió ceder espacios ("felices pascuas", "héroes de Malvinas", "economía de guerra") antes que canalizar la energía de aquella multitud, todo parece indicar que el actual gobierno "profundizará el modelo" apoyado además en buena medida en las nuevas formas de militancia que se están generando. Pues como dijera en mi primera nota en el blog, además ahora el kirchnerismo tiene un mártir y el poder convocante de un fantasma. No es poca cosa, en un país y en un continente donde la invocación política de mártires-fantasmas puede crear torbellinos.
El 28 de octubre escribí que el día anterior marcó el nacimiento del kirchnerismo, y cuanto más pasan los días veo que más y más gente comparte la apreciación. Y esto saca a la luz lo que es el principal paralelo con el 17 de octubre de 1945 como día de nacimiento del peronismo. Ambos son días en que nació algo colectivo, parido en las calles.
Veremos cómo sigue todo, y esto recién empieza. Pero creo que más allá de que el 27 recoge mucho de la genealogía y del folklore del peronismo en la calle, algo nuevo se está moviendo en el subsuelo argentino. En estos últimos días estuvo circulando bastante por internet una nota de Pablo Marchetti llamada "Nosotros", y que zambulle al lector en la efervescencia que se vivió en las calles de Buenos Aires en estos últimos días, donde miles y miles de cuerpos se encontraron y crearon un nuevo "nosotros". Es el "nosotros" al que no interpelan Clarín, La Nación o Lilita Carrió. Es un nosotros que los medios no reconocen como "la gente".
Para este nuevo nosotros que se está gestando, tal vez no sea muy descabellado por ende ver el 27 de octubre como nuestro 17 de octubre. Sé que muchos verán a esta comparación como una exageración producto de la calentura del momento, sobre todo debido al aura mítica del "día de la lealtad" en la memoria política argentina. Pero creo que la comparación incomoda porque, si llegara a ser verdad, podría anticipar días turbulentos.